domingo, 13 de enero de 2008

las trampas de lo colectivo

dos sospechosos de un delito son detenidos. se les interroga a cada uno por separado pidiendo que confiesen. si uno confiesa y el otro no, el que confiesa sale libre y el que no, recibe una pena de 6 años de prisión.

si los dos confiesan, ambos reciben una pena de 10 años. si ambos lo niegan, reciben ambos una pena menor, de 6 meses.

no se trata de un caso real, sino de un juego, un problema de teoría de juegos, llamado “el dilema del prisionero”, y que ha servido de base a ríos y ríos de tinta en tesis sobre el comportamiento colectivo y el egoísmo inherente al ser humano.

si ambos sospechosos deciden actuar de forma condescendiente para con el otro, negarán el delito que se les inculpa. ambos recibirán un castigo mínimo de 6 meses, y éste será el resultado óptimo para el bien colectivo.

sin embargo, si actúan guiados por el interés del mayor beneficio individual, siempre escogerán traicionar al compañero. y si se da el caso de que ambos actúan de esta manera, ambos recibirán la pena máxima, siendo el peor resultado tanto para el interés colectivo como para los individuales.

pero particular atención requiere el tercer caso, llamado “la paga del primo”. es cuando uno actúa por el bien colectivo y el otro no, y el resultado es que el que más sale perdiendo es el que ha obrado de bien con el otro, el “primo”: el traidor sale libre y el primo va 6 años a la cárcel. y este caso requiere especial atención porque precisamente es la situación que más pone en peligro el funcionamiento de las colectividades: el traicionar por miedo a ser traicionado, el “si tengo que salir mal parado, que al menos salgamos mal parados todos”. si las cárceles están llenas de primos es precisamente porque las calles están llenas de traidores. tal como dice garrett hardin en su texto the tragedy of commons:

si le pedimos a un hombre que está explotando los recursos comunes que desista de hacerlo "en nombre de la conciencia" ¿qué estamos haciendo? ¿qué está escuchando? —no sólo en el momento sino también en las pequeñísimas horas de la noche cuando, medio dormido, recuerda no solamente las palabras que le dijimos, sino las pistas de comunicación no verbal que le dimos sin percatarnos—. tarde o temprano, consciente o subconscientente, este hombre percibe que ha recibido dos comunicados, y que son contradictorios:

1. (el comunicado pretendido) "si no haces lo que te pedimos, te condenaremos abiertamente por no actuar como un ciudadano responsable".
2. (el comunicado no pretendido) "si te comportas como te pedimos, secretamente te condenaremos como un tonto que puede ser humillado a tal punto de hacerse a un lado mientras el resto de nosotros explota los recursos comunes"


la “tragedia de los comunes” es otra metáfora, menos simplificada que el dilema del prisionero, explicativa del tema que nos aborda. fue enunciada por primera vez por william foster lloyd en 1883, y reelaborada por garrett hardin en 1968 en el texto citado. si bien este texto plantea la muy discutible tesis central de que la libertad reproductiva del ser humano debe de ser coartada por la propia sociedad para lograr así el control demográfico, aportando además la idea de que debemos abandonar el concepto de los recursos comunes, restaurándolos por la propiedad privada, sí hace, en ciertos pasajes, un interesante análisis del tema de lo colectivo y el egoísmo inherente al hombre.

tal como lo define hardin, la tragedia de los comunes consiste en lo siguiente:

imagine un pastizal abierto para todos. es de esperarse que cada pastor intentará mantener en los recursos comunes tantas cabezas de ganado como le sea posible. este arreglo puede funcionar razonablemente bien por siglos gracias a que las guerras tribales, la caza furtiva y las enfermedades mantendrán los números tanto de hombres como de animales por debajo de la capacidad de carga de las tierras. finalmente, sin embargo, llega el día de ajustar cuentas, es decir, el día en que se vuelve realidad la largamente soñada meta de estabilidad social. en este punto, la lógica inherente a los recursos comunes inmisericordemente genera una tragedia.

como un ser racional, cada pastor busca maximizar su ganancia. explícita o implícitamente, consciente o inconscientemente, se pregunta, ¿cuál es el beneficio para mí de aumentar un animal más a mi rebaño? Esta utilidad tiene un componente negativo y otro positivo.

1. el componente positivo es una función del incremento de un animal. como el pastor recibe todos los beneficios de la venta, la utilidad positiva es cercana a +1.
2. el componente negativo es una función del sobrepastoreo adicional generado por un animal más. sin embargo, puesto que los efectos del sobrepastoreo son compartidos por todos los pastores, la utilidad negativa de cualquier decisión particular tomada por un pastor es solamente una fracción de -1.

al sumar todas las utilidades parciales, el pastor racional concluye que la única decisión sensata para él es añadir otro animal a su rebaño, y otro más... pero esta es la conclusión a la que llegan todos y cada uno de los pastores sensatos que comparten recursos comunes. y ahí está la tragedia.

algo parecido a estos casos sería “el gallina”, un juego similar en base pero opuesto en concepto al dilema del prisionero. consiste en una carrera suicida donde un coche corre en dirección opuesta al otro de forma que si ninguno de los dos se aparta del camino, chocan. el que se aparta es el “gallina”. obviamente, el que no se aparta, gana. visto así, este caso no nos valdría para el tema que estamos abordando, puesto que en ninguna de las posibles soluciones del juego se contempla la cooperación. pero sí nos sirve como muestra de la psicología social establecida en la que siempre se impone el individualismo y en la que el que triunfa de forma individual domina a los otros -y también, de paso, lo autodestructivos que son los enfrentamientos de egos-.

considerados todos estos casos, ¿tienen futuro ideas políticas como el comunismo o el anarquismo o tendencias actuales como la web 2.0?

el ser humano es un ser colectivo. pero con tendencias individualistas y egoístas. siempre se persigue el beneficio propio, nunca el bien común. y si alguno de los dos, o ambos, tiene un payload, preferimos el que conlleve lo individual, por tal, siempre, de no beneficiar de ninguna manera a otros a nuestra costa. Tenemos miedo a ser primos.

fuentes:
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